Lugar: Vereda de Reconquista y Rivadavia.
Cámara: Discoverykids cam

mujer máquina


Un sábado de hace muchos años, en mi primer intento de cursar literatura argentina II, llegó al aula enorme del tercer piso de la facultad de filosofía y letras una mujer en una silla de ruedas de respaldo muy reclinado.
Los alumnos ya estábamos acomodados, la clase no había empezado todavía. Con ella venía un hombre que, después de enchufarla al tomacorriente, se fue a sentar en uno de los bancos del costado: la mujer usaba un respirador artificial que subía y bajaba, volvía a subir con bastante estruendo, bajaba exhalando, subía.
El programa que daba Sarlo aquel cuatrimestre tenía como eje las pasiones. Yo estaba empezando una relación en aquel momento y justo me preguntaba qué hacía que este amor nuevo que estaba viviendo fuera diferente a los anteriores, si yo me estaba convenciendo de estar enamorada --por culpa de todas esas representaciones ingeridas desde los diez años-- o realmente me impulsaba un sentimiento que, aunque acomodara un poco la historia en función del presente, era fuerte y genuino.
La cuestión es que Sarlo estaba dando ese programa; estábamos a comienzo de cuatrimestre y leíamos La invención de Morel y La condesa sangrienta. Ese día Sarlo habló de lo maquínico. Y de la máquina literaria y el cuerpo maquínico y la estructura maquínica y qué sé yo cuántas veces dijo "máquina". Suelo ser muy mala prestando atención en clase pero ese día fui peor: no podía dejar de escuchar el ruido de fondo y de estremecerme con cada "maquínico" de Sarlo, que contestó imperturbable una pregunta un poco obvia, un poco inadecuada, que le hizo la mujer desde la silla.
Terminé dejando la materia porque me costaba llegar a horario. A la mujer de la silla de ruedas no la volví a ver por Puán después de ese sábado. Y las preguntas medio salames que me hacía por aquel entonces me las fui olvidando sin darme cuenta.


imágenes: acá

insulto

hay insultos que a una la ponen de buen humor, incluso si es la destinataria:
¡cabeza de huevo con huevo nacido!

excusa

"bueno, me voy porque se está poniendo espesa", decía de mí Chela, mi abuela paterna, cuando ya se le inquietaban las piernas y se quería ir de la casa de alguna parienta vieja a la que me había llevado de visita.

llaves

no lavaba el plato y la olla
hasta el otro día
y en el momento exacto
de cerrar los ojos
me agarraba un vértigo,
me caía despierta
en un pozo angosto
pensaba mevoyamorir,
un día no va a ser para dormir
cuando se me cierren los ojos
tengo venas soy un corazón
que late
fuerte y
delata
meca
nismos
transi
torios

sólo podía dormirme
con imágenes en la tele
sin sonido
programas de cocina muda
y a la mañana siguiente
sentía que alguien silencioso
había entrado mientras dormía
trataba de acordarme
quiénes tenían la llave
esa inercia de no cambiar
nunca la cerradura
una vez oí tal vez en sueños
un golpe suave de la puerta de calle
después el silencio se puso espeso
al rato la vieja de arriba
volvió a su manía de correr muebles
de madrugada y el caniche le ladraba
un bizcochuelo puede hacerse
al microondas o en la essen

solitario

mientras jugás un solitario
y mirás las hojas de ese árbol
que se mece despacio
mientras atendés el teléfono
y era equivocado
llamaban a una radio
preguntaron por Mary
querían vender un plan de algo

mientras no escribís

algo dentro tuyo
está leudando
equivocado
despacio
solitario

BEIRUT _ CHEAP MAGIC INSIDE from Vincent Moon / Petites Planetes on Vimeo.

otro motivo

El exceso de autoironía o de autocompasión me hace abandonar textos propios o ajenos.

símbolo de la paz

A la cohesión de este blog le hubiera venido bien que fuera cierta la primera explicación que recibí acerca del origen del símbolo de la paz. Me la dio una compañera de colegio; para ella --lo sabía de buena fuente--, era la patita de una paloma encerrada en un círculo.
Me gustan las sinécdoques, así que la explicación me dejó contenta. Hete aquí que ese no es el origen. Encontré esto en efímera.org:
"Se trata, en realidad, del logo de CND, Campaign for Nuclear Disarmament. Fue diseñado en 1958 por Gerald Holtom para la primera gran manifestación antinuclear en el Reino Unido. El diseñador construyó el símbolo a partir de las letras N (uclear) y D (isarmament) del abecedario semáforo".
Es una explicación menos poética pero más ajustada a este tiempo que estamos viviendo.


Handbook for Boys, 1911

combinación

Apretada entre tantos cuerpos
que me rozan, me empujan
cuando pasan,
voy a barrancas de belgrano
y después me bajo
y me tomo el 42
a veces viajo en el estribo
me ahorro ese segundo boleto
estoy creciendo
no entiendo por qué tienen
que tocarme o apoyarse detrás
o mirarme las tetas
me gusta pasar todos los días
por una ventana que tiene muñecas
muchas muñecas al aire libre
con los pelos mochos
grises, las caras dibujadas
con birome,
desnudas, sin brazos
muchas.
me hace nacer la alegría
ese ratito de mirarlas
que se alarga
antes de que el colectivo
pegue la vuelta
y se meta por el túnel
en general a esa altura
de ser pobre y apretujada,
pasé a tener una propiedad
agarro la manija como quiero
sin que nadie me limite con su mano
o me vaya sacando despacito
pegándome su piel transpirada
después me siento,
libre en mi parcela
--los viejos son feos porque
son un poco transpirados--
se vaciaron los asientos de golpe
y soy rica, miro mis dominios.
Recién empieza el día
y este va a ser el mejor momento.

imagen: acá

batata voladora

"No sé si podré", repetía mi abuelo, mientras los hijos acomodaban el plato para recibir el pedazo de dulce de batata que él servía con cuchara-catapulta. Una lonja se quedó pegada en el techo una vez.

esto tan lindo que hay en Rosario (parte de un mail a un amigo de Buenos Aires)

Chiqui González es mil cosas importantes y no parece ninguna de ellas cuando te habla. Es la voz más acariciante que conozco.
Nació en el mismo año que mis viejos (me acabo de enterar mientras buscaba algún datito para agregarle a esto); si bien tiene muchos rasgos comunes con su generación, se sale de ella de una manera en que me siento tocada.
Parezco de una secta, vendiéndote mi sanación por mail. Bueno, modero, modero el entusiasmo.
La cosa es que cuando llegué a Rosario, hace casi ocho años, me faltaban espacios propios. Seguía estudiando en Puan (viajaba una vez por semana), tenía changas que hacía en casa, poquísimos amigos aquí. El primer lugar que sentí mío acá --además del cielo amplio y el horizonte de edificios y río que veía desde mi balcón-- fue el tríptico de la infancia.
Un día, mientras caminábamos por Parque Independencia (tal vez lo conozcas, es un parque muy grande, antiguo, con un lago artificial y botecitos; es el paseo tradicional de los domingos: Juan iba con su mamá y su hermano cuando era chico), llegamos a unas puertas con rejas. Había que pagar dos pesos para entrar, pero era voluntario.
Se veían unas máquinas oxidadas donde chicos con arneses se tiraban como volando, y un barco hecho todo con cuerdas donde los nenes se trepaban y saltaban. No había ni un solo puesto donde te vendieran algo. Vimos una casita que había sido de leonardo da vinci, y allí estaban las huellas de sus inventos. un mecanismo con ruedas traía agua desde el fondo y movía unos engranajes. Muy lindo.
Pero el impacto fue entrar en un edificio al que accedías por una rampa y que tenía unas esculturas de lata en la puerta. Cuando entré y vi lo que había adentro, sentí que lo todo eso lo había pensado alguien amigo, alguien a quien también le gustaban los detalles, las cosas bellas, esa simplicidad profunda, la ternura.

No te lo describo mucho porque es difícil explicar sólo con palabras cómo son estos lugares. Todo allí se la pasa transmitiéndote que no hay un solo lenguaje para agarrar la realidad y jugar con ella. Te pego algunas fotos, pero tampoco alcanzan; en realidad, nunca alcanzan pero bueh.
Ella, Chiqui, es la responsable de que exista la Isla de los inventos, el Jardín de los niños y la Granja de la infancia, junto con su equipo de artistas plásticos, actores, escenógrafos, constructores... ahora parezco un folleto municipal. che, qué difícil esto.
El tríptico está dirigido a chicos y chicas de cualquier tamaño, forma y color y la búsqueda permanente es reflexionar sobre la ciudadanía, recuperar el espacio público, los lazos comunitarios, el valor de los procesos y de las cosas hechas a mano.
Los tres lugares se construyeron sobre edificaciones ya existentes: la isla era una estación de trenes, el jardín fue antes un zoológico y la granja un depósito de chatarra o algo así. La intervención en el espacio toma en cuenta la historia pero hace algo nuevo con ello. Muy interesante.

El año pasado se abrió la Escuela del tríptico, para adultos (convocaban a artistas, carpinteros, docentes, constructores, todo muy variadito). Me anoté sin saber qué era ni qué podía yo aportar. Y me aceptaron. Y desde el primer día fue todo fue sorprendente y maravilloso.
Por suerte nos queda un cuatrimestre más de cursada, el de la terminalidad: podés elegir entre dispositivos lúdicos (construcciones), montaje (para las puestas) y coordinación (la parte pedagógica). Yo elegí las dos últimas, veremos en qué termino.
En la Escuela encontré un enorme grupo en el que cuajaba sin esfuerzos y me nutrí de muchos otros, que me pasaron sus lenguajes. Ahora soy consciente de que no me basta la escritura para lo que haga, que quiero explorar todos los territorios expresivos que pueda (aunque mi casa sean las palabras). Logré dar unidad a las cosas que me tenían tan dispersa, y encontré la pequeña intersección que buscaba donde confluyen productivamente las esferas del arte y la política.
Finalmente entendí para quién yo quería escribir y por quién ser leída.
Más o menos eso. Lamento por vos que me haya salido tan largo, vos que me pedías que te contara "un poco". pero a mí me vino bien esta verborrea: creo que voy a adaptarlo para hacer una entrada del blog, porque tengo más amigos que no saben qué es esto tan lindo que hay en Rosario.
las fotos son de Ceci Roldan,
Lucas Mordini Cavallone, Rodo Succar y Ale Mendoza

frutillas y presos

"Frutillas y presos son las únicas industrias corondinas", me dijo Hugo Pot --que estuvo en Coronda durante los últimos años de la década del setenta-- una noche que fui a comer a su casa y justo había frutillas con crema de postre.

Estuvimos en el río Coronda. Nos bañábamos entre penitenciarios, que reconocimos por sus tatuajes, sus cabezas prolijas, sus movimientos pesados; uno de ellos, torpe, se tiró a buscar una pelota y cayó chapoteando entre los nenes que estaban conmigo y yo. Los otros se rieron.

--Es más bruto que mujer de preso -dijo uno, por si quedaba alguna duda.

Compramos dulce de frutilla a la vuelta para completar la tournée. Y me quedé con ganas de sacarle una foto al cartel de "Supermercado 'El recuerdo'", que está en la entrada de la ciudad (por si alguien va y me hace la gauchada).

feliz verso

Poema de un próximo libro [II] (Felisberto Hernández)

Debajo de un árbol y encima de un césped vi-
vía un silencio de cuerpo de aire y de vestidos de
luz, que el sol le hacía todos los días y la luna le
regalaba todas las noches.

Siempre que iba a vestirlo lo encontraba con
vestidos distintos, y me abrazaba tan fuertemente
que enseguida yo me quedaba lleno de silencio.

El es el único que sabe qué bella eres y cuán-
to te amo.

Él pasa su mano por mi frente y mis ojos, y
a pesar de que su mano es suave como una brisa,
despierta mis recuerdos y ellos se prenden a mis
vestidos.

Cuando vuelvo a mi casa él me acompaña un
trecho largo. Después con su mano de brisa, despi-
de lentamente mis queridos recuerdos.

Y todos ellos, los que llevan tu nombre, tu
imagen, tu belleza, tus movimientos, tus palabras,
tu almita y tu amor, vuelven a dormir en el rincón
más caliente del corazón.

La envenenada (1931)

Una tarde

Unas gallinas
alrededor de la casa
picotean el pasto ralo.
Atardece.
Adentro se cocina el arroz
sobre el anafe de la garrafa.
El ajo crudo tiene menos
secuelas que el cocido;
se siente el olor hasta en los cuartos.
Hay pocos ruidos: el agua que hierve,
los golpes secos del cuchillo en la tabla,
el zumbido del gas que se quema,
un perro lejano, uno de nuestros grillos.
Las cosas nunca se copian con tanta belleza,
como esas nubes grises que avanzan
en remolino lento desde allá
y que van a tapar la uña de la luna cuando salga.

porque hoy es

pedidos

Trabajé en un bar
un par de meses
en verano
por el dinero
y para llevar un diario
recolectaba especímenes
humanos

Parecía un barco de noche
el bar no cerraba nunca
la gente bajaba y subía en los puertos
los que iban al cine o salían
todos juntos
complicaban la cosa

Estaba la que daba vueltas
por la calle y venía a traerle
el dinero al hombre
que la esperaba y
dejaba la mesa cubierta
de bollos de servilletas

Otro que se quedaba todo el viaje
venía a dormir
con los brazos cruzados
yo me iba a las cinco
él seguía hasta que baldeaban
las veredas

La mujer que devoraba
los merengues del café
y me alcanzaba el platito
sonreía, quería más
el lavacopas se enojaba:
solo dos con cada pocillo
pagado, a lo sumo tres.

La mesa de los viejos
que vivían en pensiones cercanas
y nos sonreían con pocos dientes
les gustaba nuestro uniforme
a veces nos sentábamos con ellos
y nos sacamos una foto

Otra mesa, otro viejo
de mostachos blancos, vestido de negro,
hablaba con su amigo del teatro vecino
echaba la cabeza hacia atrás
(gesto de escritor reconocido)
todavía creía que podía ser novio
de alguien de diecinueve años
su casa estaba cerca, una vez lo seguí
para ver cómo viven los escritores
miré por la cerradura de su monoambiente
y sentí mucha pena, mucha pena

Tantos personajes
y las propinas
eran la mitad del sueldo
yo era lenta pero amable
solo una vez escupí
dentro de un whisky,
pero apenas
(uno que me trató mal
no me acuerdo por qué)
cuando me iba a la cama
repetía dormida
los pedidos
un café apenas cortado
whisky con hielo, nena
cerveza, café, tostado
dos lágrimas, un peso
te lo pedí apenas cortado

Era verano,
no había nadie en la ciudad
andaba como de vacaciones
podía cruzar por mitad de cuadra
la avenida en rojo
no estaban los abogados
ni sus autos
venía el nene
que vendía rosas
y vivía por villa domenico
charlaba, charlaba
también creía que podía ser novio
de alguien de diecinueve años
era con hielo
on the rocks, sin espuma
cobrate, pedile maníes
un tostado, billete de dos pesos
on the rocks, te dije, llevamelo afuera
no importa que llueva
todavía no había tanta gente
mirando la basura
sólo la de mac donald
y hacían cola en la pizzería
para llevarse las sobras
que repartían a cierta hora.

Ahora casi no escribo
sobre el presente
me gustaría saber
dónde puse
ese cuaderno.

trueque





Las cosas iban realmente mal en la imprenta familiar, en la pareja de mi madre y Andrés, en el país de las cosas importadas a dos pesos.
Ella empezó a vender tarjetas y talonarios de facturas por canje. Todo lo conseguía por canje. Desde los uniformes de la escuela de mis hermanos hasta, no sé, cosas que se comían.
Si hubiera podido pagar las expensas atrasadas del departamento de Callao y Lavalle con algún trabajo de la imprenta, la situación habría sido menos apremiante. Tenían que irse porque se les venía el remate. Había que achicarse, vender, pagar innumerables deudas.
El aire entre ellos era irrespirable. Andrés se había olvidado una macintosh en un taxi, le cambiaba cheques al del Organito, el bar de la esquina. Ella seguia con sus canjes, que él criticaba porque no pagaban las deudas. Se estaban por separar pero no se decidían.
En eso se vendió el departamento, mi madre consiguió un crédito milagroso con el que se compró otro por la zona, ínfimo, oscuro. Y pusieron fin al largo capítulo.
Para Andrés coincidió con el final del libro. Pero se abrió otro para mi madre: formalizó su amor por el canje y se metió de lleno en el club del trueque. Empezó a operar no sé ante quién para conseguir un espacio por Chacarita, en un edificio que había sido del ferrocarril.
Todo lo que había en su heladera provenía de sus intercambios. Esa navidad, me regaló una olla de cobre para hacer fondue que un señor había llevado para "trocar", junto con otros objetos de su casa. Nunca la usé pero me gusta mirarla y pensar en lo que vivió antes de terminar en mi cristalero.
Karina estaba pasando por un pésimo momento. Iba a todos lados con su bicicleta azul, hacía bozales de cuero en su casa pero tenía pocos encargos. Entonces le avisé del nodo de Chacarita y allí llevó unas tortas de avena y manzana, tan ricas, tan ricas. Y se hizo amiga de mi mamá, y conoció algunos compañeros del ERP --donde había militado su mamá--, que se habían reciclado como trocadores.
Una vez que fui al nodo a ayudar a mi madre con la verdura (porque se le había ocurrido comprar verdura en el mercado central y llevarla al trueque, y salía como loca, la verdura), después varias mujeres nos fuimos a tomar un café al bar de enfrente. Mi madre había conocido a un hombre un poco mayor que ella, que la estaba cortejando, contaba, y se reía desencajada: decía que se veía correteando por los pasillos del geriátrico y que había que reírse, porque lo había leído en una revista.

símbolos

la lluvia, la calle mojada
los caballos alzados
el pueblounido
la piedra, la rosa

tan silenciosos símbolos

los recorro
como notas en un piano
de una melodía que nadie oye

"hay cosas sobre las que es mejor callar"

pero me acuerdo de esa calle mojada
incluso tenía un poste de luz
que me pegó una patada:
es mi primer recuerdo.

me acuerdo de esa rosa dibujada
en aquel partido sin pelota
donde vi una película
en blanco y negro
de unos caballos levantados
contra gente que tiraba piedras
en una ciudad lejana

y sonaba una canción,
alguien que tenía que volver
a la fábrica después de cinco minutos
y se acordaba de alguien
y de una calle mojada.